JUAN CAMACHO

Mi agradecimiento a esas personas tan necesarias e importantes para la elaboración de este proyecto.

                                                                        Juan Camacho

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    POR LA CONQUISTA DE LA PAZ

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    Por la conquista de la paz, aquí,

    batallando estoy en esta guerra sucia.

     

    Harto de tantos silencios

    mi voz, prematura,

    sale al encuentro de los inmorales.

    -Unas veces buenos, otras... ni se sabe -

     

    El arma que ostento en estas lides

    cargada de tinta esta:

    Expresando el lamento.

    Las ansias.

    Los tiros.

    El mal de los buenos.

    El amor de una madre.

    ¡El lloro a los muertos!

    Tantas veces Judas, tantas veces muerto.

    Así reza mi daga: amor eterno al Maestro.

     

    Ya entrada la noche,

    se vistió de negro

    el mal parido día

    en que salí a su encuentro.

    Satán me esperaba entre verticales helechos,

    y su pérfida lengua

    -ansiosa-

    corría por los arrabales

    hurgando en sus vocablos

    serpentinas blasfemias

    que deslizaba entre ignorantes,

    blandío de fuerzas pero... sin desasosiegos.

     

    Juro ante el peto de mi estirpe

    ¡Que un rayo saje mi cerebro!,

    si lo que verso no es cierto,

    que, henchída de ira brillaba 

    la niña de los ojos yertos.

     

    Pasaron tres noches claras...

    Sobre aquel desfiladero,

    blancas cruces se erigían 

    formando un circulo negro.

     

    En tanto, yo...

    A media asta esgrimía

    la bandera de la paz de mi Maestro,

    porque mi voz, -entrecortada-

    no supo paliar el miedo.

    Porque mis piernas doblaron

    al ver danzar a los muertos.

     

    Portaba Satán:

    Grinaldas.

    Alhelíes.

    Crisantemos.

    Y era la fiesta una orgía,

    y era mi fe...un desconsuelo.

     

    Una cadena de huesos en la noche relucían

    -fosforescentes e inquietos-

    como esperando el maná que les viniera del cielo

    para ser...lo que antes eran:

    ¡Inmorales!, pobres ingénuos...

    -a veces, ni se sabe, otras veces, buenos-

     

    Así pasaron tres noches,

    yo, escondido en mis anhelos,

    con el pecho sobre tierra

    y la íra hecha esqueleto.

     

    Retemblaron mis encías 

    al son del toque postrero

    cuando izaron a mis ojos

    -entre el crujir de los huesos-

    una efigie dilatada

    que estrellaban contra el suelo.

    ¡Era la paloma blanca!

    El símbolo de paz de mi atrevido Maestro.

     

    El horizonte nacía...

    Cuantas veces Judas, tantas veces muerto.

    Así rezaba mi daga,

    en huesos de un esqueleto.

     

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