ELEGIDA POR LA MAR
Cuando torne a mi pulcro sentido
y ante ti me postre, rodilla en tierra...
¡No te sientas, mar, adulado!
Es que rezo tan sólo por ella.
Porque ayer, fue aura que besó mi frente,
ascua encendida de mi yerta hoguera...
Hoy..., destino de mi plegaria,
¡Con mis ojos quisiera verla!
Quisiera verla.
No tenerla.
Pues su torso desnudo,
hoy en tu lecho,
fue acariciado por otro
y lo di por hecho.
Mas... mi recuerdo se basa
en la adolescencia...
cuando, prendida la hoguera
del amor pasajero,
sonaron... crepusculares besos.
Quisiera verla, y...
tan solo su recuerdo
inunda la faz de mi memoria.
Dime, mar:
¿En qué recóndito lugar
escondes tu furia loca?
Dime por qué, trándote en mis versos
con amor apasionado
acusas la rebeldía,
ocultando tus encantos?
¡Fulgor desvanecido es cuanto tocas!
Si, al menos, pudiera escalar,
-como furtiva hiedra-
la verde esperanza
o azuladas aguas...
Llegar al bode del abismo,
-rayando tierra-
y romper con todo mutismo...
por si en los brazos del silencio durmiera ella...
Cazador furtivo de pérfidas ondas:
Si ha de escapar de sus labios
el fluído informe de un solo beso...
¡Deja, que el calor de una brisa,
como nacida de fuego
se apropie de tu sentir,
abandonándola luego!
Pero... si por siempre,
ha de ocultarse
entre sombras eruditas...
¡Déjala a merced de los vientos!,
que, trepando al nacer la aurora,
tornará a mí su aliento...
como al viento la espuma,
de tus bravas olas.
A su memoria
A ti, mar:
Si con odio y cinismo deambulas sonriendo
forzando a tus olas besar la arena,
deja que, enclaustrada en mi breve sonrisa,
gravitando muera mi ardiente pena.