MI GENERACION
Así como mi generación fue engendrada
por los niños y niñas de la postguerra,
advierto cómo se degenera hoy, paulatinamente, y devalúa.
Ya nada es como antes.
Y antes, nada. Nada como entonces era.
Aquellos hombres,
eran hijos de la misma patria;
no de la misma bandera,
y lucharon por conseguir
lo que al fín se llevó la guerra.
Los frutos no maduraron y la semilla de la paz
quedose podrida
oculta con el obús
bajo el vientre de la tierra.
Cuántas veces el poeta quiso hermanar las Españas…
Cuántos campos arrasados quisieron vestirse de verde.
Cuántas lenguas humillantes.
Cuánto humillado en silencio.
Cuánto lloro e incertidumbre ante el camino vetado.
No me extraña en tanto la tierra
siga en su empeño, girando,
que haya guerras civiles
y vulgo presto a las armas.
Dictadores,
comunistas.
demócratas,
republicanos…
No,
no me extraña.
Me apena ver a los niños
que no levantan un palmo
huir con pasos de adulto;
quemar con los pies descalzos
las calles sin ser avenidas,
los campos limpios de asfalto.
Huir de la mano mezquina
del mudo toque de queda;
del silbo tras de la nuca.
También del cielo y la estrella
que dificultan la huída a pesar del cuerpo
que en tierra
besa su propia entraña
-por miedo propio-
no porque España contra España perdiera.
Por ello, mi generación,
no es generación cualquiera, y así somos:
huérfanos de padre y madre,
hijos del hombre y del hambre,
insumisos al desorden,
autónomos de nuestra idea,
amantes de la palabra…
Nuestra generación,
mamó su leche materna
dentro de las trincheras,
bajo hilvanados truenos
que iluminaban la bóveda donde el sol
-al día siguiente- reflectaba sobre el metal,
su rayo inaugural,
dándonos los malos días.
Días de dolor y luto
precedieron a la guerra;
algunos –de los dos bandos-
en tierra firme enterraron
con ellos a sus ideas.
… y, mientras la nación despierta…
las dos Españas preguntan
al sol -que neutro alborea-
si aún prefieren a sus hombres
vivir bajo la tormenta
de los acerados morteros
fusiles y bayonetas…
No.
Mi generación ya no quiere
más metralla entre las eras,
que quiere ver las espigas
del trigo, y en su carreta.
No el sonar de la diana
ni el toque postrero a retreta.
Quiere libertad sin llanto,
noches de luna llena,
rojos amaneceres
y ¡ VIVOS!, a sus poetas.