JUAN CAMACHO

Mi agradecimiento a esas personas tan necesarias e importantes para la elaboración de este proyecto.

                                                                        Juan Camacho

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       HEME AQUÍ, EN EL ÓVALO DEL ALMA

     ( I  Parte )

    Heme aquí,

    perturbando el orden de esta aldea

    donde los árboles se muestran

    como nítidos versos

    y a cuyas raíces mantienen mil esqueletos.

     

    Heme aquí:

    Lúgubre.

    Callado,

    soportando la ignomínia,

    razón de mi destierro

    y posterior entierro en tierra santa.

     

    He aquí:

    Mi patria.

    Mi sarcófago luengo,

    con el INRI por rótulo...

    ¡Negro!

     

    He aquí, al fin poblada,

    la isla de mármol.

    ¡Blanca!,

    Con la figura de un Cristo

    en hierro forjado

    y el último alquiler que mis huesos pagan.

    Sí.

    Heme aquí, obteniendo el descanso

    que tan ebria soledad ansíaba.

     

    He aquí,

    la meta de un viaje inusitado

    sin agobio de estaciones.

    La respuesta a mil preguntas

    bajo un sol que se me oculta

    pletórico de radiaciones.

     

    He aqui:

    La pasarela universal.

    -Control de peaje que traspasa

    el vértice de una luz...

    que ilumina la avenida de difuntos-

     

    ...Y el fosforescente abrazo ,

    helo aquí,

    unido al beso que recibo

    de ese labio - ya sin piel,

    ya, sin el color que da la sangre-

    Eterno.

    Pálido.

    Húmedo.

    ¡Enmohecido!

     

    He aquí,

    La desnudez y podredumbre a que he llegado

    tras mi paso legendario por el cosmos,

    humillado habitante y vil escombro

    de un planeta...

    Sí. Heme aquí.

    Invulnerable y liberado.

     

     

                                         ( II  Parte )

     

     

    Lejos de este acá, allí quedé.

    Allí quedó la proporción de historia

    que aconteciérame en vida,

    sin que apenas,

    acaparara mi cuerpo

    el fluir de fe, que,

    después del óbito,

    mi entorno transpira.

     

    Desde el óvalo del alma en que viajo

    al más allá de la estrella fugitiva

    mis sentidos

    cobran la avidez inusitada

    del saber que predomina

    en este espacio sin vértices,

    en esta línea contínua

    que perfora el infinito...

    Ilimitado.

    Voluble.

    Nítido.

     

    Y es el óvalo del alma

    quien, a las puertas del Edén, se encamina

    entre voces y lamentos,

    embriagando de tal modo mi ser,

    que no sé si veo lo que miro,

    o sólo miro lo que no quiero ver:

     

    Jamás existió una era similar a la que habito.

    Ni en vida,

    en sueños la guerra,

    dejárame tal atonía.

     

    A mi paso:

    Almas que se dispersan.

    Almas perecederas,

    almas cuyos vientres me recuerdan

    las raíces de ignorancia

    que llevábamos sobre tierra.

    Lejos. Sí.

    Lejos de este acá, allí quedé.

     

    Mi alma pagó la ignimínia

    con su cuerpo inerte en tierra,

    y escapó de ese mundo

    mi alma

    con un verso...

    ¡Cualquiera!

     

    Pero, mi alma gravita

    y allá donde quisiera, mi alma...

    mi alma será universo, y el verso,

    si acaso una estrella...

     

     

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