EL ÁRBOL VIEJO
Se va muriendo el árbol viejo.
El viento no lo respeta,
le empuja queriendo echarle
más allá de la cuneta.
La hierba que fuera alfombra
del árbol y aquella huerta
son las sábanas de un zagal
amigo de una coneja.
El zagal se sube al árbol
riendo, jugando y cantando
perseguido por la coneja.
Un espantoso trueno
cede el paso a una tormenta.
La coneja y el zagal
se refugian en el pajar
del diluvio que no cesa,
del granizo y el vendaval.
Se aproxima el temporal
al viejo árbol de la huerta
impidiéndole respirar...
Se ve llegar la tragedia.
Mirando al zagal y a la coneja
les dice el árbol de aquella huerta:
tengo mis raices inundadas
y grandes calvas en la cabeza
mi tronco, sufre lumbago...
Apenas si me quedan fuerzas.
¡ Mirad qué ramas tan tronzadas !,
qué rodillas tan abiertas....
¡ Llamad, llamad pronto a mi amo!
Me esta matando la tormenta
y no me sostengo en pie...
El viento sopla con fuerza...
El zagal y la coneja de un brinco
saltaron desde la paja seca
corriendo en busca del amo.
Un viento huracanado,
le arrancó de un golpe las ramas
tirándolas hacia un costado.
El árbol se iba inclinando
ante el furor de la tormenta.
y comenzó a tambalearse
cayendo sobre la hierba.
El buen amigo manzano
ya no daría más fruto
al zagal y la coneja
que a él se subían jugando
a las tardes, después de la siesta.
Huía, bramando, tras las montañas
el viento muy enfurecido.
Corriendo detrás del amo
el zagal y la coneja
entraron en el pajar
en tanto el amo gritaba:
¡ Maldito viento holgazán,
cierra tu endemoniada boca!
Y llorando se abrazaba
al árbol...
al viejo árbol de su huerta.