JUAN CAMACHO

Mi agradecimiento a esas personas tan necesarias e importantes para la elaboración de este proyecto.

                                                                        Juan Camacho

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    EL ÁRBOL VIEJO

     

     

    Se va muriendo el árbol viejo.

    El viento no lo respeta,

    le empuja queriendo echarle

    más allá de la cuneta.

     

    La hierba que fuera alfombra

    del árbol y aquella huerta

    son las sábanas de un zagal

    amigo de una coneja.

     

    El zagal se sube al árbol

    riendo, jugando y cantando

    perseguido por la coneja.

    Un espantoso trueno

    cede el paso a una tormenta.

     

    La coneja y el zagal

    se refugian en el pajar

    del diluvio que no cesa,

    del granizo y el vendaval.

     

    Se aproxima el temporal

    al viejo árbol de la huerta

    impidiéndole respirar...

    Se ve llegar la tragedia.

     

    Mirando al zagal y a la coneja

    les dice el árbol de aquella huerta:

    tengo mis raices inundadas

    y grandes calvas en la cabeza

    mi tronco, sufre lumbago...

    Apenas si me quedan fuerzas.

     

    ¡ Mirad qué ramas tan tronzadas !,

    qué rodillas tan abiertas....

     

    ¡ Llamad, llamad pronto a mi amo!

    Me esta matando la tormenta

    y no me sostengo en pie...

    El viento sopla con fuerza...

     

    El zagal y la coneja de un brinco

    saltaron desde la paja seca

    corriendo en busca del amo.

     

     

    Un viento huracanado,

    le arrancó de un golpe las ramas

    tirándolas hacia un costado.

    El árbol se iba inclinando

    ante el furor de la tormenta.

    y comenzó a tambalearse

    cayendo sobre la hierba.

     

     

    El buen amigo manzano

    ya no daría más fruto

    al zagal y la coneja

    que a él se subían jugando

    a las tardes, después de la siesta.

     

    Huía, bramando, tras las montañas

    el viento muy enfurecido.

     

    Corriendo detrás del amo

    el zagal y la coneja

    entraron en el pajar

    en tanto el amo gritaba:

     

    ¡ Maldito viento holgazán,

    cierra tu endemoniada boca!

    Y llorando se abrazaba

    al árbol...

    al viejo árbol de su huerta.

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