DÍA TRAS DÍA
Día tras día
en la quietud de un verso me refugio
como huyendo de un conjuro
capaz de plegar mis labios.
Apenas si una postura embrionaria
me ofrece seguridad alguna
en esas noches de tétrica oración
y consulta de almohada.
Nadie atiende al sonido
que emite un llanto lejano y huidizo.
Ni su mano, nadie, compromete a la mía.
Tengo miedo.
Amanecer en tierra de todos
siendo nadie...
me incita a no despertar mañana.