SENTÍ LA VOZ AMARGA DE LA VIDA
Sentí la voz amarga de la vida.
Crují, pero sereno me contuve.
Gocé semidesnudo y me entretuve
al tiempo que sonó mi despedida.
No vi más corazón, ni más herida,
ni más desproporción que la que obtuve
jugando a ser poeta, y es que mantuve
la ilusa profesión, sin más medida.
Ante el reto, uno a sí mismo se impone
dejar el pensamiento, y en tal estado
volví a la escritura... se supone.
Quedé al descubierto y echado a un lado
por quien sé, que a mis versos no se opone.
Y volví hacia el soneto. Ilusionado.